Ni un pibe ni una piba menos – Ámbito -17 de febrero de 2023

La Justicia de La Pampa condenó a Magdalena Espósito Valenti, y a su pareja Abigail Páez, por el aberrante crimen de Lucio Dupuy. Ambas mujeres fueron encontradas culpables de la serie de brutales golpes, patadas y torturas psicológicas a las que sometieron al nene de 5 años, antes de su fallecimiento en noviembre de 2021.
Todo el país, sin distinción de género estuvo y está pidiendo justicia por Lucio. Sin embargo sectores antiderechos trataron de usar el caso para embarrar al feminismo o criticar a las parejas de lesbianas. Dirigentes y dirigentes políticos que jamás se preocuparon ni ocuparon del tema de la violencia ni de los derechos de los niños/as salieron con propuestas superfluas y demagógicas aprovechándose del dolor de familiares o de la angustias de quienes padecen situaciones similares.

Nos parece satisfactoria y ejemplar la condena a ambas mujeres a cadena perpetua. Responde a las expectativas sociales y especialmente de la familia de Lucio. La vida del niño nadie la puede recuperar. Hay que profundizar en las causas de porque se llegó al asesinato cuando hace cinco años que Lucio sufría violencia y abusos sexuales. Fueron muchos los hechos, muchas las señales y nadie las vio o nadie quiso verlas o nadie quiso involucrarse: su padre, sus abuelos, la jueza que les dio la tenencia, sus docentes, todos/as los profesionales de la salud que lo atendieron en diferentes circunstancias, para citar solo los más relevantes. Y no se trata de culpas ni de restarle responsabilidad a la perversión de su madre y su pareja, sino de ir más allá y ver que intervenciones podrían haber evitad el luctuoso resultado. Hace falta un cambio de actitud social. Todos debemos involucrarnos y denunciar ante la más mínima sospecha de violencia.

Desde que ocurrió su asesinato hubo otros 39 que no recibieron la misma cobertura mediática. El 30% de las denuncias por violencia doméstica es contra niños y adolescentes, en el 80% de los casos los victimarios son los progenitores y en el 75% son varones, según los datos de la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Esto nos revela que estamos inmersos en una cultura violenta y que el paradigma de niño/a como sujeto de derechos aun no está internalizado. Los adultos creen que pueden hacer cualquier cosa con los chico sin respetar sus derechos u opiniones.

No hay un sistema eficaz que permita la detección temprana de estos casos. En la mayoría de los casos tampoco un Poder Judicial que se involucre. Cuando quienes deben cuidar a esas niñas y niños los vulneran, entonces deben tomarse medidas de protección. Sin embargo, las propias adolescentes y niños/as no saben que ellos/as mismos pueden denunciar. En muchas jurisdicciones no hay aun abogados del niño. Muchos profesionales no quieren involucrarse: no denuncian en los hospitales, tampoco los docentes. En la Justicia no hay juezas y jueces especializados en violencia ni perspectiva de género. En el caso Lucio al darle la tenencia a la madre no hubo perspectiva de género. La perspectiva de género no implica automáticamente otorgar el cuidado a la madre reproduciendo el rol de un estereotipo, sino que permite saber que también hay mujeres que no pueden o no quieren maternar.

Un avance interesante es el que genera el empoderamiento a través de la Educación Sexual Integral (ESI) que permite a los niños y adolescentes saber más sobre sus propios cuerpos y su autocuidado, pero lejos estamos de que se cumpla la ley en todas las provincias y niveles. Las mujeres pudimos alzar nuestras voces contra la violencia de género a partir del caso de Alicia Muñiz asesinada por Carlos Monzón en la década del 80 y sin embargo cuarenta años después tuvimos que llegar a plantear los Ni Una Menos porque la violencia continúa. En los 90s el movimiento LGBT comenzó a reclamar con fuerza frente a la violencia y los crímenes de odio pero aun hay mucha impunidad e invisibilidad.

Hoy hay mayor visibilidad y sensibilidad sobre estas violencias. Muchas leyes han cambiado, hay algunos protocolos, faltan estadísticas y aun queda mucho por hacer pero se avanza. En materia de violencia contra las niñas, niños y adolescentes no existe la misma conciencia. Son uno de los grupos más vulnerabilizados y no tienen representación política. Es difícil, por preservación de su identidad, escuchar sus voces en primera persona en los medios de comunicación. Esperemos que Lucio descanse en paz y que su caso sea un parteaguas. Se trata de un cambio de paradigma en serio y de una toma de conciencia colectiva que haga que todos en los diferentes roles nos ocupemos de cuidar a todas las niñeces en todos los aspectos. Ni un pibe ni una piba menos.

Doctora en Derecho y Profesora de Derechos Humanos y de Derecho Civil de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires - Presidenta de la Asociación Ciudadana por los Derechos Humanos.